miércoles, 14 de noviembre de 2012

Filosofía en manteca

Pongo Thelonious Monk y ya ni eso es capaz de levantarme el ánimo. Antes, un ritmo atonal de la bestia era capaz de zarandearme hasta la última fibra del esqueleto. Como pan con manteca sentado en la cocina. A través de la ventana puede verse la cornisa africana con absoluta nitidez recortando el horizonte. Es reconfortante observar el tercer mundo mientras se merienda, te hace esgrimir profundas reflexiones: "Miralos ahí, pobreticos, muriéndose de hambre", para más tarde salir del letargo y darte cuenta del año del señor en el que vives. La siguiente pregunta obligada es cuánto tiempo te debe quedar a ti y a los tuyos para que os engulla el tercer, el cuarto o el quinto mundo. Según las últimas noticias falta el pedo de una mosca. Aquí el que no está ya yendo al Mercadona de su barrio a abastecerse de latas de conserva es que todavía no se ha enterado de la vomitona que se le viene encima. Ya es que suenan trompetillas a zafarrancho. Lástima que aquí no hayan puesto aún el Mercadona. Se dice que los cosméticos de marca blanca están saliendo la mar de bien.
Enciendo un cigarrillo con un mechero de Alianza Popular que alguien debió dejarse aquí allende el 83, mientras en la obra de enfrente no paran de darle al tajo. Expulso el humo lentamente intentando no moverme mucho. La alcachofa del butano está jodida, cualquier movimiento en falso podría convertirme en fosfatina y joderle la maqueta a los currelas de abajo. Aunque algunos lo agradecerían. Hoy en día nadie parece tener fuego; excepto los gorrillas, las bingueras y los mecheros ultraconservadores.
"Un poco de lumbre, eso, le haría falta a este país", me digo, en un breve análisis personal del estado de la nación.  "Contenedores ardiendo, joder. Eso hace falta. Una flota alienada de contenedores ardiendo".
Como aquella línea africana tras la que se esconde el Sol, abrasando el tercero y el primero de los mundos.




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