jueves, 15 de noviembre de 2012

Un país para comérselo


Hoy al salir a la calle he notado algo raro. Para empezar, el acerado había cambiado de color. No me he dado cuenta realmente de lo que estaba pasando hasta que he visto a un tipo pegándole dentelladas. Era de chocolate. En el cielo, nubecitas rosas de azúcar navegaban dulcemente de forma espaciosa y límpida. La cosa se ha puesto graciosa cuando un mendigo me ha ofrecido una bolsita de sugus. A partir de ahí, todo ha sido una fiesta. En los semáforos de peatones, galletitas de jengibre saltaban locas y alborotadas derramando migajas sobre los viandantes. Un guardia de tráfico con el que me he cruzado llevaba al cinto una porra de regaliz y un matasuegras por silbato. Un perro, en cuclillas sobre una zona ajardinada, cagaba donettes formando una perfecta pirámide de bollería. Una chica, unos metros más allá, hablaba con una piruleta en la oreja, mientras sus tetas, dos globos amarillos, apuntaban hacía infinito. Los loteros gritaban sus números, alineados y llameantes, como velitas de aniversario.
Ya es que era para partirse el culo. 
Mientras tanto, en la rúa, los vehículos se paseaban burbujeando por sus tubos de escape hermosas pompitas de jabón, al paso de señales de trafico que sonreían como tiernos emoticonos.
“Jodo”, me he dicho. “La leche, la leche que los han mamao”. La calle es que parecía un puñetero chikipark. Los viejales jugaban en un parque al dominó con lacasitos. Todos los establecimientos eran heladerías, atendidas por entreañables ositos de peluche que lanzaban corazones indiscriminadamente desde sus pechos henchidos a todo el que pedía sabor a pistacho o sirope. En los estancos, en vez de períodicos, se anunciaban sopas de letras, que en lugar de noticias componían chistes, congas, torres de castellers. 
“Qué cachondeo, dios mío”. Se les veía a todos tan alegres. Joder, hasta yo iba esbozando una gran sonrisa. Lo mejor ha llegado cuando he ido a desayunar y he podido presenciar una conversación de alto nivel. Tres hombres, apoyados en la barra, vestidos con monos azules, debatían con gran mesura y dominio pleno de la dialéctica sobre temas de alta ingeniería financiera. Le he preguntado al camarero, asombrado, qué pasaba con… “ssssshhhh, calle. ¡Licenciados, licenciados! ¡todos somos licenciados!”. Tras esta revelación, todo lo anterior me ha parecido una simple anécdota. El país no iba mal. Ni tampoco regular. Coño, el país es que iba de las mil putas maravillas. La felicidad es que se me salía por el cuello de la camisa. HOSTIAS, que me he emocionado. Que ya se que la cosa estaba jodida, pero esto era de orgullo. Vamos, que me fui corriendo a la librería más cercana a hacerme con un tomo de Macroeconomía. Y va la tía y me dice que si micro-. ¡Y un huevo! Si hay que ponerse hay que hacerlo a lo grande, como se ha hecho toda la vida de dios en este país. Que había que conquistar América ¡ahí vamos! nos cepillamos a todas las mujeres y a los hombres y hasta los perros si hace falta, que huevos nos sobran. Que hay que matar a Trotsky, espérate y verás, que te mando a México a un chavalito que no me veas tú como cercena vidas el niño, toma piolet en toa la cabeza. Bah! que hay que reconquistar, ahí viene el Cid cabalgando sobre Bavieca con las pelotas colgando sobre la meseta castellana, a ver a ti que te pasa. 
Por eso no me he demorado y he corrido a casa defecando obleas. Ni un minuto que perder, tenía que empaparme sobre el tema. No iba a ser yo el que fuera a joder todo este tinglado de color. Así que he abierto tocho y tirado de índice, a ver de que va esto de la oferta y la demanda.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Filosofía en manteca

Pongo Thelonious Monk y ya ni eso es capaz de levantarme el ánimo. Antes, un ritmo atonal de la bestia era capaz de zarandearme hasta la última fibra del esqueleto. Como pan con manteca sentado en la cocina. A través de la ventana puede verse la cornisa africana con absoluta nitidez recortando el horizonte. Es reconfortante observar el tercer mundo mientras se merienda, te hace esgrimir profundas reflexiones: "Miralos ahí, pobreticos, muriéndose de hambre", para más tarde salir del letargo y darte cuenta del año del señor en el que vives. La siguiente pregunta obligada es cuánto tiempo te debe quedar a ti y a los tuyos para que os engulla el tercer, el cuarto o el quinto mundo. Según las últimas noticias falta el pedo de una mosca. Aquí el que no está ya yendo al Mercadona de su barrio a abastecerse de latas de conserva es que todavía no se ha enterado de la vomitona que se le viene encima. Ya es que suenan trompetillas a zafarrancho. Lástima que aquí no hayan puesto aún el Mercadona. Se dice que los cosméticos de marca blanca están saliendo la mar de bien.
Enciendo un cigarrillo con un mechero de Alianza Popular que alguien debió dejarse aquí allende el 83, mientras en la obra de enfrente no paran de darle al tajo. Expulso el humo lentamente intentando no moverme mucho. La alcachofa del butano está jodida, cualquier movimiento en falso podría convertirme en fosfatina y joderle la maqueta a los currelas de abajo. Aunque algunos lo agradecerían. Hoy en día nadie parece tener fuego; excepto los gorrillas, las bingueras y los mecheros ultraconservadores.
"Un poco de lumbre, eso, le haría falta a este país", me digo, en un breve análisis personal del estado de la nación.  "Contenedores ardiendo, joder. Eso hace falta. Una flota alienada de contenedores ardiendo".
Como aquella línea africana tras la que se esconde el Sol, abrasando el tercero y el primero de los mundos.