Esto tenía que ser
una crítica más o menos acertada sobre “Amor” del austriaco Michael Haneke (Palma
de Oro en Cannes, premio Cesar y Globo de Oro entre otros reconocimientos). Se
estrenó en España a mediados de Enero de 2013, y puedo decir que aún hoy, en la
era de las tecnologías, no he sido capaz de visionarla. Ni tirando de las redes
de piratería clandestinas, ni cruzando la frontera en busca de vendedores de
DVD´s ambulantes marroquíes, ni sobornando al director de los multicines de
Ceuta, ni seduciendo a una paloma mensajera, ni haciéndome pasar por hombre de
la linterna en los cines de Algeciras, ni haciendo pesca submarina con tanga, ni
escribiéndole a puño a la madre del mismísimo Haneke para que me envíe una copia
del original en austro-húngaro… Nada…Ni por los santísimos huevos de Girolamo
Savonarola.
Me
ha sido imposible. He leído algunos titulares: «EL HANEKE MÁS TIERNO» «EL
AUSTRIACO NOS REGALA UN DARDO DIRECTO AL CORAZÓN» «UNA VERDADERA HISTORIA DE
AMOR LEJOS DE LA TÍPICA RELACIÓN CHICO-CHICA HOLLIWOODIENSE» y así un sinfín de
elogios a cual más embriagador…
Parece
que alguien está interesado en que el largometraje no llegue a demasiado
público; como si el Club Bilderberg se hubiese reunido en Marina D´or con el
único fin de darme por culo.
He
optado, a falta de otros medios, por improvisar y echar la imaginación al
vuelo. Si es Haneke, la música tiene que brillar por su ausencia el 90% del
metraje, y siempre en momentos puntuales, dentro de la realidad discurrente, y
no como apoyo sinfónico a escenas de alta intensidad moqueante. Si es Haneke,
su cámara tiene que estar siempre en el sitio y en el momento adecuados,
cortando la respiración, cargando el ambiente con la angustia suficiente,
siempre en equilibrio y sin caer en el drama por que sí, dejando que el hecho
cotidiano y suprarreal que está representando se encargue por sí solo de
sobrecogernos. Si es Haneke, tiene que estar en el reparto, como no, Isabelle
Huppert. Si es él, el guión tiene que ser minimalista, sin florituras, incluso,
en ocasiones, irritante por su nunca desatada tensión.
Si se atiende
a los elogios, como unánimemente comenta la crítica, tiene que ser la mejor
película del año, por encima (y esto lo digo con toda la seguridad que da el
haber visto Munich 2 de Ben Affleck) de la oscarizada Argo.
Para el que ha
visionado la filmografía de Haneke desde sus primeras obras, como El Séptimo
Continente, Benny´s Video, pasando por Código Desconocido o Caché, sabe de sobra
que al sentarse ante la pantalla (cosa que desconozco pues es más probable que
se estrene una película de Haneke en el Congo Belga que aquí) no va
precisamente a entretenerse. Va, en todo caso, a retorcerse. El seso y las
entrañas. Sabe que Michael va directo a pegarte una patada en todo el cerebro.
En el hígado, incluso. En las bolas, si hace falta, para ponerte las neuronas a
funcionar. Nada más lejos de su intención el darte una pildorita para que
duermas plácidamente o abraces a tu pareja con los ojos en carne viva. Haneke
quiere a sus espectadores atentos; y quiere a sus espectadores, los respeta,
les habla como a adultos, como a seres capaces de razonar, sentir, y volver a
razonar. Si es Haneke, si es de él este film que sabe Dios cuando puñetas voy a
tener la suerte de ver, seguro que es cine. Y del de verdad.
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