<Los de la revista deportiva me
habían dado también trescientos dólares en metálico, la casi
totalidad de los cuales estaba ya gastada en drogas extremadamente
peligrosas. El maletero del coche parecía un laboratorio móvil de
la sección de narcóticos de la policía. Teníamos dos bolsas de
hierba, setenta y cinco pastillas de mescalina, cinco hojas de ácido
de gran potencia, un salero medio lleno de cocaína, y toda una
galaxia de pastillas multicolores para subir, para bajar, para
chillar, para reír... y, además, un cuarto de tequila, un cuarto de
ron, una caja de cervezas, una pinta de éter puro y dos docenas de
amyls...>
Con este arsenal cargado en el maletero
de un Chevrolet descapotable al que llaman cariñosamente el Gran
Tiburon Rojo, Hunter S. Thompson y su abogado samoano se dirigen
atravesando el desierto de Nevada hacia la ciudad del juego. Una
llamada desde Nueva York de la revista para la que Thompson trabaja
supondrá la prueba irrefutable de la existencia del “Sueño
Americano”. Debido a ello y sin mayores explicaciones se armara,
aconsejado por su abogado, de todo tipo de drogas estimulantes y
alucinógenas, considerando imprescindible el alquiler del mencionado
Chevrolet y un magnetófono para poner rumbo a Las Vegas.
El evento a cubrir será la mítica
carrera Mint 400, de la que tendremos pocas noticias durante el
relato, pues el estado paranoide en el que se embarcarán por efectos
del eter, la mescalina o el LSD les hará tomar derroteros muy
alejados del objetivo principal del viaje. A partir de aquí
cualquier explicación sobra, el descojone está asegurado... si bien
para tener mejor visualización de las escenas que vamos a ir
descubriendo convendría echar una ojeada a la fantástica película
de Terry Gilliam magistralmente interpretada por Johnny Depp y
Benicio Del Toro, que para nada desmerece la narración del
periodista Gonzo. Así se calificará a sí mismo H. S. Thompson,
célebre columnista de la revista Rolling Stones, donde el sujeto
periodístico formará parte activa de la acción del reportaje.
Sería díficil catalogar los
acontecimientos de pura ficción o de relato autobiográfico. Y está
bien que así sea. De alguna manera es así como nos hacen ver las
drogas el mundo bajo sus efectos. Entre la ficción y la realidad o
haciendo de la realidad una maravillosa ficción que en su exceso
desemboca en un maravilloso infierno.
Una cosa es segura, Hunter no
decepciona. El siguiente encargó será para cubrir la convención de
Fiscales de Distrito en su tercera asamblea nacional sobre narcóticos
y drogas peligrosas; y si piensan que Thompson y su abogado samoano
no van a tener los suficientes cojones de ir, es que aún no los
conocen...
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