lunes, 4 de febrero de 2013

Sicario


—¡Así! Con cuidado. Pasadlo adentro. ¡Vamos!
—Acá…cuidado con la silla. ¡Ven aquí, mamón! Entra… ¡ahí! Siéntate.
El hombre encapuchado permanecía sentado sobre la taza del váter a la espera de que alguien dijese algo.
—¿Y bien? ¿No vas a decir nada? Eso está muy bien… ahora escúchame atentamente. No queremos que nadie salga dañado, solo queremos que colabores y sigas todos los pasos que te vamos marcando… ¿me oíste? La cosa puede ser muy sencilla o muy complicada, eso va a depender mucho de ti y de tu predisposición a la hora de colaborar—El reo asentía a cada palabra—vas a llamar a tus familiares y les vas a comunicar que realicen un pago a un número de cuenta que yo te voy a ir dictando. Si todo sale bien, en menos de dos horas estarás con tus seres queridos… ¿Estamos de acuerdo?
—El hijo puta se ríe…
Le llovió un ristra de puñetazos en la nuca.
—Está bien, está bien chicos. Solo está nervioso. Esto va muy en serio, Enrique. No es motivo de burla. El Patrón está muy enojado y tú lo sabes. No has realizado los pagos a tiempo y cuando esto ocurre se sufren consecuencias. Coge el teléfono y haz lo que te digo.
En menos de un minuto había dado la orden de pago y el número de cuenta.
—Muy bien, Enrique. De esto es de lo que estaba hablando. Plena cooperación y confianza mutua. Ahora vamos a acompañarte hasta la cama para que duermas un poco y te recuperes de las magulladuras. Nosotros permaneceremos a la esperar de la confirmación del pago para posteriormente proceder a tu plena liberación.
Lucas y uno de los soldados lo agarraron por los sobacos y lo acercaron hasta el borde la cama. Allí lo sentaron, le levantaron las piernas y lo acostaron. Salieron de la habitación y fueron directos al salón. Allí empezaron a abrirse latas de cerveza y a extenderse rayas de coca sobre la mesita situada frente al televisor.
            Dos horas más tarde, Enrique se despertó. Escuchó una respiración que palpitaba en el lado izquierdo de la cama y se giró. Lucas permanecía sentado junto a él, con la silla girada, mirándolo atentamente.
—Parece ser que el pago, efectivamente, se ha realizado. Solo que no se ha producido íntegramente. ¡Nos has cagado, huevón! Te has reído del patrón y eso conlleva una respuesta contundente.
Un puñetazo voló por la estancia y se estampo a la altura del pañuelo que le tapaba los ojos. Enrique pegó un alarido de dolor y volvió a tumbarse. Lucas lo agarró por la camisa a la altura del pecho y lo levantó. Alguien le lanzó una patada en el costillar y otro le pisó los dedos. Lucas se acercó. Ya en cuclillas, volvió a dirigirse a él.
—Las órdenes eran claras, quiero concederte el derecho a que te expliques. ¿Y bien?
—¡No lo sé…no sé que ocurre… dije que lo ingresaran todo…no lo entiendo…!
            El teléfono comenzó a sonar.
—¡Esperad…! Esperad. Sí mi patrón… Sí…estamos hablando con él, Patrón… Aaah, no me diga Patrón… entonces todo arreglado… De acuerdo mi Patrón… claro… eso está hecho… Enhorabuena, Enrriquito. La deuda se ejecutó correctamente. Se hizo un pago fraccionado desde dos cuentas simultáneas, de ahí la tardanza de la confirmación. Parece  que todo al final ha salido bien.
            Enrique esbozo una sonrisa. Comenzó a recuperar el ánimo. Incluso alguien le ofreció un cigarrillo. Los muchachos abrieron de nuevo algunas cervezas y Lucas se acercó a la mesilla para aspirar un clencha de doble embergadura. Era un profesional, hacía su trabajo. Le gustaba que todo saliese rodado. Solo quería acabar pronto y regresar a casa.
            —Está bien, Enrique. Ahora vas a volver a la cama y a seguir descansando hasta nueva orden. Tenemos que organizar tu entrega.
            Colocaron a Enrique en la cama, sobre el costado opuesto en el que había estado descansando momentos antes.
            El teléfono comenzó a sonar. Enrique se desveló.
—Buenas, ¿¡Patrón!? Sí mi Patrón… Está muy bien, no ha comido aún. Un poco magullado, no más. Sí mi Patrón…está muy animado. ¿De verás, Patrón? Está bien… lo que mande.
—¿Qué ocurre?
—Cambio de planes, compadre.
—Pero se hizo el pago…
—Se hizo el pago… efectivamente. Pero el Patrón quiere mandar un mensaje… ya sabes tú en estos casos. Un castigo ejemplar. Así que date la vuelta.
—¡No… no, por favor!
—Tranquilo amigo, es mero trámite.
—¡¡¡Por favor!!!
—Haced callar a este hijo puta…
            Un vaso de cristal fue a estrellarse contra su mandíbula. Comenzó a sangrar abundantemente por el labio, con pequeños fragmentos de vidrio incrustados entre los dientes.
—Enrique, todo esto exige colaboración. Si no hay colaboración el proceso se alarga. Estate quietecito y aprieta bien fuerte el pañuelo.
            Le rociaron con alcohol la espalda sobre la camisa y le prendieron fuego. Tres capas de piel saltaron por los aires mientras la cara de Enrique se volvía azul. Cuando quitaron los restos de tejido que aún permanecían adheridos a la carne, empezaron a rociar de nuevo el alcohol sobre la carne desnuda. Los ojos de Enrique se revolvieron en sus cuencas. Dos de los muchachos lo agarraban de los brazos, mientras Lucas trazaba líneas sobre su espalda sin ninguna emoción. Cuando terminó cerró el bote, fue al baño, se lavó las manos y regresó.
—¿Y bien? Todo acabó ¿Viste? Justo como te dije. Paso a paso, máxima colaboración y la vida continúa.
Enrique, semi-inconsciente, escuchaba jirones de sonidos que a duras penas comprendía. Volvió a sonar el teléfono.
—¿Sí? Sí, mi patrón. Seguimos sus órdenes, Patrón. Está bien, está despierto. De acuerdo…Sí… de a… ¡Ok! mi Patrón… como usted mande…chao... chao. Chsss… En una hora, ¿estamos?
Algo más de una hora después llamaron a la puerta. Uno de los soldados se acerco, miró a través del visillo y la abrió. Dos hombres altos y corpulentos si dirigieron sin mediar palabra al lugar donde yacía Enrique. Extendieron una manta a lo largo de su cuerpo, lo enrollaron y lo cargaron sobre sus hombros. La puerta se cerró.
—Bien chicos, dejad esto en orden y marchaos a casa. Buen trabajo.
            Lucas salió de la habitación del Motel. Metió la llave en la cerradura y entró en el coche. Colocó el retrovisor, se remangó la camisa y miró su reloj. Soltó un largo suspiro mientras le daba a la llave de contacto. Estaba satisfecho. Iba a poder regresar pronto para cenar con sus hijos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario