—¡Así! Con
cuidado. Pasadlo adentro. ¡Vamos!
—Acá…cuidado
con la silla. ¡Ven aquí, mamón! Entra… ¡ahí! Siéntate.
El hombre
encapuchado permanecía sentado sobre la taza del váter a la espera de que
alguien dijese algo.
—¿Y bien? ¿No
vas a decir nada? Eso está muy bien… ahora escúchame atentamente. No queremos
que nadie salga dañado, solo queremos que colabores y sigas todos los pasos que
te vamos marcando… ¿me oíste? La cosa puede ser muy sencilla o muy complicada,
eso va a depender mucho de ti y de tu predisposición a la hora de colaborar—El
reo asentía a cada palabra—vas a llamar a tus familiares y les vas a comunicar
que realicen un pago a un número de cuenta que yo te voy a ir dictando. Si todo
sale bien, en menos de dos horas estarás con tus seres queridos… ¿Estamos de
acuerdo?
—El hijo puta
se ríe…
Le llovió un
ristra de puñetazos en la nuca.
—Está bien,
está bien chicos. Solo está nervioso. Esto va muy en serio, Enrique. No es
motivo de burla. El Patrón está muy enojado y tú lo sabes. No has realizado los
pagos a tiempo y cuando esto ocurre se sufren consecuencias. Coge el teléfono y
haz lo que te digo.
En menos de un
minuto había dado la orden de pago y el número de cuenta.
—Muy bien,
Enrique. De esto es de lo que estaba hablando. Plena cooperación y confianza
mutua. Ahora vamos a acompañarte hasta la cama para que duermas un poco y te
recuperes de las magulladuras. Nosotros permaneceremos a la esperar de la
confirmación del pago para posteriormente proceder a tu plena liberación.
Lucas y uno de
los soldados lo agarraron por los sobacos y lo acercaron hasta el borde la
cama. Allí lo sentaron, le levantaron las piernas y lo acostaron. Salieron de
la habitación y fueron directos al salón. Allí empezaron a abrirse latas de
cerveza y a extenderse rayas de coca sobre la mesita situada frente al
televisor.
Dos
horas más tarde, Enrique se despertó. Escuchó una respiración que palpitaba en
el lado izquierdo de la cama y se giró. Lucas permanecía sentado junto a él,
con la silla girada, mirándolo atentamente.
—Parece ser
que el pago, efectivamente, se ha realizado. Solo que no se ha producido íntegramente.
¡Nos has cagado, huevón! Te has reído del patrón y eso conlleva una respuesta
contundente.
Un puñetazo
voló por la estancia y se estampo a la altura del pañuelo que le tapaba los
ojos. Enrique pegó un alarido de dolor y volvió a tumbarse. Lucas lo agarró por
la camisa a la altura del pecho y lo levantó. Alguien le lanzó una patada en el
costillar y otro le pisó los dedos. Lucas se acercó. Ya en cuclillas, volvió a
dirigirse a él.
—Las órdenes
eran claras, quiero concederte el derecho a que te expliques. ¿Y bien?
—¡No lo sé…no
sé que ocurre… dije que lo ingresaran todo…no lo entiendo…!
El
teléfono comenzó a sonar.
—¡Esperad…!
Esperad. Sí mi patrón… Sí…estamos hablando con él, Patrón… Aaah, no me diga Patrón…
entonces todo arreglado… De acuerdo mi Patrón… claro… eso está hecho…
Enhorabuena, Enrriquito. La deuda se ejecutó correctamente. Se hizo un pago
fraccionado desde dos cuentas simultáneas, de ahí la tardanza de la
confirmación. Parece que todo al final
ha salido bien.
Enrique
esbozo una sonrisa. Comenzó a recuperar el ánimo. Incluso alguien le ofreció un
cigarrillo. Los muchachos abrieron de nuevo algunas cervezas y Lucas se acercó
a la mesilla para aspirar un clencha de doble embergadura. Era un profesional,
hacía su trabajo. Le gustaba que todo saliese rodado. Solo quería acabar pronto
y regresar a casa.
—Está
bien, Enrique. Ahora vas a volver a la cama y a seguir descansando hasta nueva
orden. Tenemos que organizar tu entrega.
Colocaron
a Enrique en la cama, sobre el costado opuesto en el que había estado
descansando momentos antes.
El
teléfono comenzó a sonar. Enrique se desveló.
—Buenas, ¿¡Patrón!?
Sí mi Patrón… Está muy bien, no ha comido aún. Un poco magullado, no más. Sí mi
Patrón…está muy animado. ¿De verás, Patrón? Está bien… lo que mande.
—¿Qué ocurre?
—Cambio de
planes, compadre.
—Pero se hizo
el pago…
—Se hizo el
pago… efectivamente. Pero el Patrón quiere mandar un mensaje… ya sabes tú en
estos casos. Un castigo ejemplar. Así que date la vuelta.
—¡No… no, por
favor!
—Tranquilo
amigo, es mero trámite.
—¡¡¡Por
favor!!!
—Haced callar
a este hijo puta…
Un
vaso de cristal fue a estrellarse contra su mandíbula. Comenzó a sangrar
abundantemente por el labio, con pequeños fragmentos de vidrio incrustados
entre los dientes.
—Enrique, todo esto exige
colaboración. Si no hay colaboración el proceso se alarga. Estate quietecito y
aprieta bien fuerte el pañuelo.
Le
rociaron con alcohol la espalda sobre la camisa y le prendieron fuego. Tres
capas de piel saltaron por los aires mientras la cara de Enrique se volvía
azul. Cuando quitaron los restos de tejido que aún permanecían adheridos a la
carne, empezaron a rociar de nuevo el alcohol sobre la carne desnuda. Los ojos
de Enrique se revolvieron en sus cuencas. Dos de los muchachos lo agarraban de
los brazos, mientras Lucas trazaba líneas sobre su espalda sin ninguna emoción.
Cuando terminó cerró el bote, fue al baño, se lavó las manos y regresó.
—¿Y bien? Todo
acabó ¿Viste? Justo como te dije. Paso a paso, máxima colaboración y la vida
continúa.
Enrique,
semi-inconsciente, escuchaba jirones de sonidos que a duras penas comprendía.
Volvió a sonar el teléfono.
—¿Sí? Sí, mi patrón. Seguimos sus
órdenes, Patrón. Está bien, está despierto. De acuerdo…Sí… de a… ¡Ok! mi Patrón…
como usted mande…chao... chao. Chsss… En una hora, ¿estamos?
Algo más de
una hora después llamaron a la puerta. Uno de los soldados se acerco, miró a
través del visillo y la abrió. Dos hombres altos y corpulentos si dirigieron
sin mediar palabra al lugar donde yacía Enrique. Extendieron una manta a lo
largo de su cuerpo, lo enrollaron y lo cargaron sobre sus hombros. La puerta se
cerró.
—Bien chicos,
dejad esto en orden y marchaos a casa. Buen trabajo.
Lucas
salió de la habitación del Motel. Metió la llave en la cerradura y entró en el
coche. Colocó el retrovisor, se remangó la camisa y miró su reloj. Soltó un
largo suspiro mientras le daba a la llave de contacto. Estaba satisfecho. Iba a
poder regresar pronto para cenar con sus hijos.
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